Se conocen hace tiempo. Se desean, ambos lo saben. Durante toda la noche había quedado claro que no pasaban desapercibidos el uno al otro. Ella se muerde el labio, desea quedarse a solas con él. Él se acerca por detrás, la mira, la toca, hace tiempo que la desea. Bailan. Esperan el momento para tocarse, sentirse, besarse... Mientras tanto se miran, se rozan, sienten sus respiraciones, cerca, muy cerca. Tienen el deseo a flor de piel, pero resisten, valdrá la pena. Por ahora bailan, beben, se ríen, hablan... No es sólo deseo, se entienden, se sienten a gusto, son amigos...
Entran en casa, ella se pone cómoda, él la espera. ¿Sabían que empezaría así? ¿Sabían que pasaría? No está claro, pero el aire que les rodea tiene una clara respuesta: sí. Ella no sabe qué hacer, ¿qué espera él que haga? Se tumba a su lado, esperando su reacción, ansiándolo. Él se acerca, cada vez más, se desliza poco a poco hasta estar a su lado, también la desea, se le ve en los ojos, en la cara. Se besan. Ella se deja acariciar. Se besan cada vez más rápido. Besos, , besos húmedos, apasionados, fuertes, increíbles. El deseo aumenta. Sus manos se deslizan por el cuerpo del otro, recorriéndolo. Se acarician, se besan, se muerden, se vuelve imparable...
Se desnudan, se miran, hablan… Se puede palpar la complicidad, la compenetración, el cariño. Lo que aumenta el deseo de tenerse. Se entienden, se gustan, funciona… era inevitable. El ritmo aumenta, se miran, sonríen. Él toma las riendas, ella se deja llevar, necesita algo, lo necesita a él. Se necesitan.
Se entregan sin pensarlo, hay un momento de duda. Él no quiere presionarla, ella no quiere que pare, él no quiere parar, no paran, es demasiado tarde. Ella disfruta, tiene lo que necesita, él también. Ella se sorprende, es perfecto, está encantada, cómoda… Cómo la acaricia, cómo la mira, la hace sentirse irresistible, poderosa, sexy, fuerte…